Salí
de la inauguración de la Casa
de la Cultura
en la Villa 21,
encabezada por la presidenta Cristina Kirchner y el secretario de Cultura Jorge
Coscia, y caminando por la avenida Iriarte una chica de alrededor de 12 años, con
la que mantuve una conversación de no más de 30 segundos, me dijo: “Yo de la villa no me quiero ir, vengan
ustedes”. Perdón por la autorreferencia en este primer párrafo, pero era indispensable para
escribir lo que sigue.
La negativa de la joven a irse de la villa es la
que cualquiera de nosotros, fuera de ella, también comparte, ya sea por sentido
de pertenencia a un territorio o por simple nostalgia. Los amigos, la familia,
la escuela, la esquina, los primeros amores. En fin, las raíces. Pero no es eso
lo sorprendente de la conversación, sino la subordinada: “Vengan ustedes”.
Dejando de lado todos los análisis antropológicos que caben hacerse del
“ustedes”, puedo responder que el Gobierno va. Y más precisamente la Cultura, bajo esta gestión, va.
Es ahora de público conocimiento que el despacho
del Secretario de Cultura de la
Nación estará en plena Villa 21 (dejo para quienes quieran
hacer archivo, investigar cuántas carteras de Educación, Salud, Trabajo o Cultura
en el mundo se instalan en una villa miseria). Pero ¿es esto lo importante? No,
claro que no. La acción de Jorge Coscia podría ser un ejercicio populista,
chauvinista o tribunero si no se conociera el resto de la gestión.
Sin embargo, sobran acciones para ejemplificar el
acercamiento de la cultura en los últimos años a los sectores más desprotegidos
por cuestiones económicas o geográficas. Por ejemplo, el Programa Puntos de Cultura con el objetivo de
promover y solventar actividades comunitarias, muchas de ellas de base, el cual
en sus dos ediciones otorgó beneficios a 250 agrupaciones. Otro caso puede ser
el exitoso Programa Libros y Casas
que entregó más de un millón de ejemplares con el objetivo de democratizar el
acceso a la lectura. Otro, el proyecto Altos
Pueblos, direccionado a propuestas creativas en pequeñas localidades del
interior del país con el objetivo de generar redes de identidad cultural
propias. Podría seguir con los Pre-MICA,
el Carnaval Federal de la Alegría , los
beneficios para la totalidad de las Bibliotecas
Populares del país (CONABIP), la enorme cantidad de acciones de Igualdad Cultural, la gratuidad de Tecnópolis y demás.
¿Obsecuencia? En absoluto. Falta mucho para lograr una verdadera democratización de la cultura, hecho que, tiendo a creer, aún no ha logrado ningún país en el globo. Falta que
Pero la realidad es que