miércoles, 9 de diciembre de 2015

Mi color favorito...

(por Damián Fresolone)

Desde chico creí que para que exista una amistad debe coexistir un conocimiento profundo entre dos personas, un trato cercano y fluido, un ida y vuelta físico y gestual. Quizá sea el motivo por el cual tengo pocos amigos, pero los mejores. Por eso, vos no fuiste mi amiga.

Con el paso de los años aprendí a valorar el rol docente. Para mí, la mejor fue aquella que se sentó a mi lado a explicarme más de diez veces los cálculos combinados pero la que también se plantó cuando cortábamos la calle Alberdi porque el colegio no tenía gas. Estuvo al lado en el pupitre y en la calle. Vos no estuviste en uno ni otro lado. Por eso, vos no fuiste mi mejor maestra.

Ya entrada la adolescencia me opuse a mantener un amor a la distancia. Creo que la presencia en el lugar y momento indicado es irreemplazable por un llamado telefónico u otro medio de comunicación moderno. A mi pareja quiero tenerla al lado cuando la necesito, y estar sobre ella cuando me requiere. Por eso, vos no fuiste mi novia.



Con la juventud, llegó la conciencia y las convicciones. Me aferro a esa militancia que se hace codo a codo. En la que se resignan horas con su familia, con sus amigos o simplemente de ocio para compartir un mate y debatir ideas. El mate no es indispensable, debatir conceptos sí. Nunca debatí con vos (y menos tomé un mate). Por eso, vos no fuiste mi compañera.

Ahora, promediando mi vida, creo en la profesión también como una herramienta transformadora. Elijo a mis colegas para preparar los programas de radio, para que lean mis notas, para que tachemos y reescribamos juntos cada artículo. Vos nunca me corregiste ni una sola tilde. Por eso, vos no sos mi colega.


Qué difícil. No fuiste mi amiga, mi maestra preferida, mi novia, mi compañera de militancia y ni si quiera mi colega. Sin embargo, te escuché durante horas como al más cercano de mis amigos; me enseñaste de números y de lucha como la mejor de mis maestras; estuve al lado cuando creí que lo necesitabas como con la más amada de mis novias; debatí y te putié -sin que te enteres- como con los más fieles compañeros de militancia y me ayudaste a escribir infinidad de artículos y editoriales como los colegas que elijo día a día.

Y no, vos no sabés ni cuál es mi color favorito, pero ya te extraño.

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