(por Damián Fresolone)
Uno era el pobre, el periférico, el tercermundista, el subdesarrollado, el incendiado. El otro era el rico, el central, el primermundista, el desarrollado, el bombero.
A su vez, Página12 citaba dentro de su nota de tapa, la frase dicha por un ministro luego de salir de la reunión en la Casa Rosada: “Lo único positivo del día fue el llamado de (George W.) Bush y la llegada de Taylor”. Este periódico preparó una tapa con un fotomontaje, herramienta que suele utilizar, y tituló: “A Cavallo le queda una esperanza”.
El rico y el pobre; el central y el periférico; el primermundista y el tercermundista; el desarrollado y el subdesarrollado; el incendiado y el bombero.
El incendio está lejos, por encima del meridiano de Ecuador. El fuego y la necesidad imperante de llamar a los bomberos de la Casa Blanca han quedado en el olvido. El riesgo país no nos asusta y apenas recordamos quién era ese tal “Taylor” que vino a echarnos agua.
Cambia, todo cambia. Estamos a miles de kilómetros de las llamas financieras, y muy cerca del calor latinoamericano encendido por la profundización de las relaciones en la región. Ya aprendimos que en caso de incendio debemos llamar a un compañero, a un vecino. A un Lula, a un Evo, a un Correa; y ellos a una Cristina. Si en algún momento necesitamos asistir con el auto-bomba, dichosos vamos a estar de hacerlo dentro de la Patria Grande.
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