(por Damián F.)
(La Gazeta, 7 de Junio de 1810)
Doscientos un años después parece volver a ser rara la sensación de poder decir lo que se siente, y sentir lo que se quiere. Esta vez, no coartados por una posición dominante del gobierno de turno, sino, por la opresión incesante de los oligopolios mediáticos insospechados en aquella época.
Seguramente Mariano Moreno nunca imaginó que la palabra podía verse callada por presiones “Ceoísticas”, y, mucho menos, que sería necesaria la plena vigencia de una ley para oír por los aires una pluralidad de voces.
Feliz día a aquellos que, entre otras cosas, desean esclarecer la identidad de Felipe y Marcela.
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