(por Damián Fresolone)
Ni bien comenzada la campaña, Mauricio Macri y su asesor de imagen, Durán Barba, enmarcaron cada uno de sus actos y anuncios en un clima al que ellos llamaron “de fiesta”. Este ambiente “festivo” fue el eje de las acciones desde el primer momento en que decidió bajarse de la candidatura presidencial, por una evidente falta de apoyo a nivel nacional.
En el diccionario de la Real Academia Española pueden encontrarse al menos dos acepciones de la palabra fiesta. La primera: “reunión de gente para divertirse”; la segunda: “regocijo dispuesto para que el pueblo se recree”.
La “fiesta” de la cuál nos habla Macri se liga directamente a la primera acepción. Consiste en tomar un club de la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires, por lo general el 17 de Agosto en el barrio de Villa Urquiza, colgar decenas de globos con helio, ubicar unos cómodos puff blancos clásicos en los bares de Palermo Soho, presentar tres imponentes pantallas de leds sobre el escenario, y contratar a un DJ que haga sonar, en los momentos más “fuertes” de la noche y cuando las cámaras más se encienden, temas de la cantante tropical Gilda.
Con la totalidad de conocidos, como reconoce él (y su delfín Miguel Del Sel en Santa Fe) cada vez que saluda desde el escenario, es como se va colmando el espacio designado para el evento.
Por contrario, muchos preferimos volcarnos a la segunda acepción del término “fiesta”, y más aún, cuando se encuentra involucrado en el campo de la política. La festividad, en estos casos, debe representar la pluralidad de expresiones y la transversalidad de actividades que la componen. Debe reproducir una creación con fines de concientización, de tradición y pertenencia. La “fiesta”, en la política, tiene que cubrir el amplio campo de las más altas de las culturas y el arte, como pueden ser la pintura, la música clásica, la literatura; y nutrirse y aprender de las expresiones populares más terrenales como la murga, el rock y el candombe.
Así es como entendieron Filmus y Tomada la conjunción de los términos “fiesta y política”. Con la doctrina, la militancia y la ideología como base, representada de manera abierta en expresiones de recreación masiva. Tal cual como describe el segundo significado, el completo, el lleno. No dentro de un club restringiendo el acceso, sino, en la calle, reivindicando la apropiación de los espacios públicos que nos pertenecen como ciudadanos.
El reconocido actor Raúl Rizzo, quién se hizo presente en el festival que el día sábado convocaron el Frente para la Victoria y las fuerzas aliadas en el Obelisco, se preguntó en voz alta y sobre el escenario: “¿Por qué será que todos los actores estamos de este lado?”. Probablemente sea difícil encontrar una sintética respuesta. Pero podemos resumirlo de manera retórica: Porque es imposible estar del otro.
Del lado de los espacios cerrados, los puff y el derecho de admisión están ellos. Los Macri, los Del Sel y las Susanas. Del de la apropiación de los espacios públicos, la expresión cultural en todas sus vertientes y la defensa de la igualdad, estamos nosotros. Los artistas, los músicos, los intelectuales, los murgueros, los escritores, los estudiantes. Los Filmus, los Tomada.
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