lunes, 27 de febrero de 2012

Estado padre, Mercado hijo . . .

(por Damián Fresolone)

Forcejeos. Toda relación entre padre e hijo se enmarca en forcejeos, choques de intereses, luchas por un capital simbólico dentro del grupo familiar y, muchas veces, más de una ruptura. Sin embargo, la psicología más constructivista reconoce en la figura paterna una imagen-rol que debe ser respetada.
          Ausente. Nadie hubiera elegido –si todos disfrutáramos de esa posibilidad- tener un padre ausente. La necesidad de que alguien nos marque el camino, por experiencia, por conciencia y por bienestar general es indispensable en nuestra formación como ciudadanos –partes- de un engranaje social, muchas veces imperfecto.
          Controladores. Como hijos hemos desoído una y mil veces a nuestros padres acusándolos de aguafiestas, anticuados y “controladores”.  Hemos llegado al borde del pataleo, de no poder sentarnos a mediar sin filtrar insulto alguno y, más de una vez, a armar la valija para abandonar nuestra casa.

Y en muchas cosas, un país es a una familia.

         
          Forcejeemos
cuando los intereses de un grupo empresarial –que está moviendo millonadas- no vayan en la misma línea de nuestro pueblo. Choquemos, denunciemos y acusemos a quienes se estén llevando camioncitos blindados fuera de los límites de nuestro suelo. Plantémonos y frenemos multi-proyectos que se adjudiquen cosechas que jamás ellos han sembrado. Rocemos.
          Exijamos y ayudemos a una Presencia constante del Estado en un mercado que debe quitarse la costumbre de manejarse bajo sus propias leyes. Jamás, aunque muchos lo deseen, el mercado deberá ser un espacio autártico. Es el padre, el que lo parió y representa al pueblo quién debe estar marcando, configurando y alineando de manera ortodoxa su condición de moverse. El librecambismo debe quedar enterrado para siempre ¿Si la acusación de “populistas” a ninguno nos quitó el sueño, porque debería hacerlo cuando nos tilden de “proteccionistas”?.
          Controlemos irremediablemente de manera estricta el destino de nuestros fondos. Sintonía fina para arriba y para abajo. Que el empresario no nos desoiga. Enfrentémoslo y cortémosle su fiesta. Si, como cuándo éramos chicos, alguno intenta hacer la valija, dejémoslo ir. Y si para colmo, otros intentan continuar su juego bajo sus reglas, armémosle nosotros el bolso y que se marche de casa.

Pongamos la mesa en su lugar y digamos que se va a cenar.
Al fin y al cabo, la permanencia de los empresarios frente a nuestro televisor queda bajo la exclusiva responsabilidad del Estado padre.
        

2 comentarios:

Tito García dijo...

Excelente, preciso, puntual y fácil de entender. No solo sos didáctico sino que además te sinserás con quien te lee.
Abrazo.
Tito García

Jilguero De Luto dijo...

Es una linda analogía. La diferencia está en el voto democrático me parece,pero no sé.

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